El 30 – 35% de los casos de cáncer en el mundo son debidos a la dieta, pero el tipo de alimentación que llevemos no sólo influye en la prevención del cáncer, sino que también lo hace, y mucho sobre la evolución y progresión de esta enfermedad.
La carne se clasifica en dos categorías:
- Carnes blancas o magras: son las que presentan un 10% de materia grasa. En esta categoría encontramos el pescado, el pollo, el pavo y el conejo.
- Carnes rojas o grasas: son las que tienen un contenido de grasa superior al 10%, como la carne de cerdo, la de res, cordero, pato, entre otras.
La carne roja es rica en grasas saturadas y grasas trans las cuales se asocian con un mayor riesgo de producir cáncer. Este tipo de grasas cuando entran en el organismo son consideradas sustancias tóxicas, por lo cual la vesícula biliar libera una gran cantidad de bilis para expulsarlas rápidamente del cuerpo. El exceso de bilis en el colon, altera la flora intestinal y puede contribuir a la formación de pólipos en las paredes intestinales, esto puede dar origen a un cáncer de colon. Además de que la carne al ser un alimento que no aporta fibra contribuye a la mala digestión. El estreñimiento también es causante de cáncer colo – rectal, ya que la materia fecal está cargada de bacterias nocivas que al no ser expulsadas rápidamente del organismo terminan envenenando los tejidos circundantes.
Por otro lado, las dietas ricas en grasas animales estimulan en las mujeres la producción de estrógenos, en particular de estradiol, que en altos niveles se asocia al cáncer de mama.
En el ciclo natural las vacas pastan en los prados y la hierba que consumen es rica en ácidos grasos omega 3, por tanto estos ácidos grasos se concentran en la leche y en la carne del animal. Pero a partir de la década de los cincuenta la demanda de carne aumentó tanto que los métodos de producción tuvieron que cambiar. Se dejó de sacar a las vacas al prado y en vez de eso se pasó a la ganadería en batería. El maíz, la soya y el trigo transgénicos se convirtieron en los principales alimentos del ganado. Estos no contienen ningún ácido graso omega 3, y al contrario, son fuentes de ácidos grasos omega 6, los cuales en el organismo fomentan la inflamación; y la inflamación crónica es el origen del cáncer. Además de la modificación radical sufrida en su alimentación, los animales de granja también son tratados con hormonas como el estradiol, el dietilestilbestrol o el zeranol para incrementar su crecimiento. Estas hormonas se acumulan en el tejido adiposo, y como la carne tiene altas concentraciones de grasa por consiguiente también tendrá altas concentraciones de hormonas anabolizantes. Las cuales son potentes cancerígenos.
Por si todo esto no fuera poco, tan pronto como se mata un animal su carne comienza a pudrirse y pasados unos días, se torna de un color gris verdoso enfermizo. La industria disfraza este descoloramiento agregando nitritos, nitratos, antibióticos y otros preservativos para darle a la carne el color rojo brillante. Los nitritos y nitratos utilizados son potentes agentes carcinógenos. Estas sustancias las encontramos en cantidades excesivas en los embutidos.
En la carne roja también encontramos grandes cantidades de arsénico, esto es porque para abastecer las demandas del ganado, la industria ganadera tiene que cavar pozos cada vez más profundos para extraer agua del subsuelo. El arsénico se ha relacionado con el cáncer de vejiga, riñón, hígado y pulmón.
Si a todo esto le agregamos procesos como el ahumado, el salado o la fermentación pues la cantidad de tóxicos presentes en el alimento es aún mayor.
Si sumamos estos tóxicos al tipo de dieta que se lleva en la actualidad cargada de harinas, grasas, azúcares refinados y un sinfín de aditivos químicos, no debería de sorprendernos que el cáncer sea la segunda causa de muerte a nivel mundial, con sus más de 8 millones de defunciones anuales. Sin embargo para el año 2030 llegará a ser la primera causa de muerte en el mundo.
Mis consejos para disminuir el riesgo de desarrollar cáncer, es consumir carne roja de manera ocasional, máximo 2 veces por semana. Si se puede conseguir la carne orgánica o ecológica mucho mejor, ya que contiene menos tóxicos. También es importante aumentar el consumo diario de vegetales y frutas crudas, sobre todo vegetales ya que estos son una fuente excelente de fibra insoluble la cual es indispensable para la motilidad intestinal. Además de contener altas concentraciones de antioxidantes, vitaminas y minerales necesarios para que el cuerpo pueda combatir las sustancias tóxicas provenientes de la carne.